El trampolín para el desarrollo de la identidad visual, según explican desde Stockholm Design Lab, fue la medalla de oro de estilo Art Nouveau que se entregó por primera vez en 1902. De ahí surgió el nuevo logotipo, las fuentes personalizadas –Alfred Sans, Alfred Serif y Alfred Regular– y el actualizado sistema de colores. El resultado es una identidad más coherente que aumenta las posibilidades de reconocimiento y comunicación más efectivos del Premio Nobel.
El logotipo antiguo consistía en una fuente de estilo Times New Roman y una versión difusa de la medalla. El nuevo logo es muy simple y minimalista –como se suele decir súper funcional–, pero, al mismo tiempo, es majestuoso, digno y sofisticado, sin perder su conexión con el notorio legado del Premio Nobel. Este logotipo no es de carácter pretencioso, por lo que el uso de mayúsculas sin serifa funciona perfectamente, refrescando la imagen de la marca y situándola en el entorno actual.